lunes, 26 de enero de 2015

Límite

Robert Capa, Françoise Gilot y Pablo Picasso en la playa de Golfe-Juan, 1948

Al considerar la arquitectura como cualificación de un lugar con características propias, necesariamente se establece un límite con su entorno, que no tiene por qué ser físico pero sí perceptible, estableciendo una distinción entre espacios.

Abrir una sombrilla es una manera de construir de forma súbita un edificio donde estamos protegidos siempre y cuando permanezcamos en su proyección; extender una esterilla o toalla en la arena de la playa es crear un suelo nuevo, transformar el que hay, y nos ofrece unas cualidades que no existen más allá de su perímetro. Ambos casos pueden ser entendidos como acciones arquitectónicas donde se produce la imposición de un límite fácilmente acotable y reconocible.

Hay otros ejemplos donde esa limitación de espacios no es tan evidente, pero igualmente válida. Un fuego tiene la capacidad de construir y cualificar un lugar al establecer un límite energético, del mismo modo que la luz de un faro o el sonido de las campanas de una iglesia definen un territorio. Da igual la forma de materializar ese límite, puede ser impenetrable, discontinuo, difuso,… incluso puede ser variable en función de quién lo establezca. Una persona desnuda en medio de la calle es capaz de construir arquitectura, de marcar un límite a la distancia que el espectador crea oportuno, siendo el grado de acercamiento proporcional a la relación que exista entre ellos. 

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