lunes, 12 de enero de 2015

Sobre la definición de Morris

Richard Long, Walking a line in Peru, 1972


Con la amplia definición de Morris sobre qué es Arquitectura, comenzaba una de las últimas asignaturas que cursé en la carrera; una de las que más disfruté y que me permitió acercarme a dicho concepto desde múltiples puntos de vista, en ocasiones ajenos a la propia arquitectura. Y por eso la he elegido para comenzar este blog, porque permite abarcar un sinfín de supuestos y dar rienda suelta a las interpretaciones de cada uno.

En esta misma clase se preguntaba si el bombardeo de una ciudad o arar un campo para sembrar trigo podrían ser considerados como acción arquitectónica. Atendiendo a esta definición se diría que sí, ya que en ambos casos se trata de acciones que modifican la superficie para satisfacer un deseo, un capricho, una necesidad concreta del momento. Para llamarlo arquitectura, añadiría quizás la cualificación de ese lugar, buscando en su modificación una respuesta que repercuta en uno mismo (y a ser posible, que no vaya en contra de los deseos de progreso del resto).

Igualmente, aquello que es accidental nunca podría ser arquitectura al no haber intervenido la acción humana y no existir por tanto una necesidad. Sin embargo, sí podríamos considerar acción arquitectónica a la interpretación que nosotros mismos le demos a ese lugar. Una piedra pasa así a convertirse en un asiento, una cueva en un refugio. Puede que no exista una transformación aparente, pero el simple hecho de modificar su significado y de que exista una voluntad de cambio ya está propiciando una reinterpretación y una cualificación de esos lugares.

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