lunes, 9 de marzo de 2015

Relación Cuerpo-Espacio

Martin Munkacsi, Frida Kahlo en el puente de unión de los dos volúmenes de la Casa-Estudio diseñada por Juan O’Gorman, México, 1934


La necesidad del movimiento para percibir el espacio en Arquitectura es una obviedad. Desde diversas fuentes hemos aprendido que al movernos comprendemos y valoramos el lugar en el que nos encontramos, de ahí que se preste especial atención a la hora de proyectar una secuencia de espacios, a sus ritmos, a las conexiones, a cómo cruzamos, traspasamos o intercambiamos los espacios que ocupamos y a cómo controlamos los recursos capaces de influir en la percepción y la manera de relacionarnos con el lugar en el que podemos encontrarnos. Rudolf von Laban pionero en el estudio de la relación cuerpo-espacio, sostenía que ‘el movimiento es, por así decirlo, arquitectura viva, se crea con el movimiento humano y se compone de caminos que dibujan formas en el espacio. Estas formas las podemos llamar forma-trazo.’ (Laban, 1966, p. 5)1 Desde este punto de vista la arquitectura se convierte en una coreografía que, a base de movimientos y trazados, consigue generar una serie de recorridos capaces de transmitir sensaciones al espectador y por ende generar la forma de los espacios y objetos proyectados. La idea de promenade de Le Corbusier no deja de ser un proceso coreográfico a partir de una secuencia de espacios que al recorrerse transmiten ese carácter dinámico a la arquitectura y por la cual nos movemos como un bailarín danza por el escenario en una representación.

Extracto de la comunicación: Montero Fernández, F. y Vázquez Junquera, C. Espacios del movimiento. Elementos para una arquitectura indeterminada. En V Jornadas Internacionales sobre investigación en Arquitectura y Urbanismo, Las Palmas de Gran Canaria, 2013

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