Marcel Duchamp, La Fontaine, 1917
“Dentro de poco hará un siglo que Richard
Mutt compró un urinario de porcelana blanca Bedfordshire en una tienda de
fontanería, lo tumbó sobre su espalda, lo firmó con su inicial y su apellido
con pintura negra, pagó los seis dólares que daban derecho a exponerlo en el
certamen neoyorquino inscribiéndolo con el título La Fontaine y esperó a ser expulsado para cambiar así para siempre
la lectura que de los objetos cotidianos podamos hacer. Quizás sea esta la
historia más contada del arte del siglo XX.
El editorial del número dos de ese mismo
año de la publicación dedicada al arte contemporáneo The Blind Man, hizo entonces una apasionada defensa de Mutt ante
los argumentos esgrimidos por la organización para retirar la obra del
certamen, entre ellos la acusación de plagio por crear un objeto ya creado,
decía así: “Si el señor Mutt hizo o no La
Fontaine con sus propias manos carece de importancia. Él la eligió. Cogió
un artículo ordinario de la vida y lo colocó en de tal manera que su
significado habitual desapareció bajo el título y el punto de vista, creó un
nuevo pensamiento para ese objeto.” No ha de resultar raro tal compromiso de la
revista con la obra de Mutt ya que uno de sus tres editores era Marcel Duchamp,
el mayor urdidor de lecturas desplazadas que hayamos conocido, a la sazón
miembro dimisionario del comité de selección de la propia organización
excluyente y, por si hiciera falta recordarlo, el mismísimo Richard Mutt.”
Juan José López de la Cruz, Proyectos encontrados. Arquitectura de la
alteración y el desvelo, 2012
Regalo en forma de libro con el que disfrutar, aprender y
desvelar el lado oculto de todo aquello que nos rodea.
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