Charles and Ray Eames, The Toy, 1951
Hace unos años, hubo una exposición en el
MALBA (Argentina) llamada “La imposibilidad de diseñar un juguete” donde se
hacía visible que un objeto determinado no se convierte en juguete por muchas
vueltas que el diseñador haya dado en su creación, sino por la voluntad del que
juega, pudiendo ofrecer tantas versiones como situaciones a las que sea capaz
de amoldarse, todas ellas establecidas por la inventiva de aquel que decida darle
uso.
Lo fascinante de éstos es que no importa
tanto cómo o qué sean sino las posibilidades que puedan ofrecer. El diseño se
hace subsidiario a la imaginación; son la base o la excusa para dar rienda
suelta a la creatividad de los más pequeños. Por esta razón, los Eames decían
que los juguetes no son tan inocentes como parecen ya que pueden ser los
precursores de grandes ideas.
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