Planta general del Consistorio de la Catedral de Sevilla. Dibujo de Enrique Dueñas en:
Ampliato Briones, A. Muro, Orden y Espacio en la Arquitectura del Renacimiento Andaluz, 1996
Hernán Ruiz profundizó en el control visual del espacio mediante el uso
de la secuencia de contracciones y dilataciones espaciales con el fin de
alterar la percepción y las sensaciones de quien los recorre. En definitiva
utiliza la experiencia perceptiva del observador como argumento de control del espacio
arquitectónico. El arquitecto partió de dos realidades para concebir estas estancias:
por un lado la falta de espacio en un lugar donde los perímetros estaban ya preestablecidos,
y por otro, las funciones que debía satisfacer. Proyecta una secuencia de
estancias que juega con la percepción óptica del conjunto a través del manejo
de diversos recursos arquitectónicos, consiguiendo alterar la sensación de
tamaño de cada una de las salas principales gracias a la pequeña dimensión de
los espacios de transición.
En la capilla extrema de la esquina Sureste de la Catedral, Hernán Ruiz desplaza
a un lateral el altar para disponer un pequeño vestíbulo. Se trata de un
reducido espacio concebido como un amortiguador espacial que aísla la zona del
Cabildo del trasiego propio de los oficios religiosos. Sus comprimidas
dimensiones permiten percibir la siguiente sala como un espacio de gran tamaño
a pesar de haber dejado atrás, a escasos metros, la gran montaña hueca.
Se proyectan sucesivas conexiones entre los tres espacios principales,
el Antecabildo, el patio del Mariscal y la Sala Capitular, pensados como
espacios para el movimiento, como recorridos. Los pequeños pasos subrayan la
escala del individuo mientras que los mayores representan al sujeto social,
llenos de tiempos de espera. Claramente se diferencian los lugares del
movimiento de las estancias y el conjunto se establece como un tablero de juego
o un escenario con las posturas marcadas, con los lugares exactos donde tienen
que ocurrir cada uno de los episodios que se suceden en la historia del
gobierno catedralicio. Podemos imaginar la persona requerida en una espera
indeterminada en el Antecabildo, saliendo a tomar el aire al patio del Mariscal
hasta que, llamado a presentarse ante los canónigos, era conducido por un
trazado curvo que, al contrario de la permeabilidad visual que se producía
entre las anteriores salas, impide saber el destino final hasta que irrumpe en
la gran sala, desde la puerta de la Sala Capitular, en el extremo de su eje
longitudinal y era iluminado por la luz cenital que le caería desde el casetón
del techo levantado hasta la altura necesaria para abrirse a la ventana hacia
la fachada. (Ampliato 1991,p. 211)
Extracto de la comunicación: Montero
Fernández, F. y Vázquez Junquera, C. Los Espacios del Movimiento. Elementos
para una Arquitectura Indeterminada. Comunicación en Jornada. V Jornadas
Internacionales sobre Investigación en Arquitectura y Urbanismo. Las Palmas de
Gran Canaria. 2013
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